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Relato corto de suspense: La chica del gorro de lana azul marino

Este mes os traigo un relato corto de suspense. No suele ser mi estilo, pero a veces me gusta retarme con juegos o actividades como las que hace cada mes el Club Cyrano.

En esta ocasión no se trataba de escribir un relato corto de suspense, sino partir de una conversación que es escuchada. Lo cierto es que me salí un poco del reto, pero aquí tenéis el resultado.

Relato corto de suspense: La chica del gorro de lana azul marino

—No pienso hablarle cuando llegue a casa, tía.

—Su cuerpo se balancea bruscamente hacia la izquierda y su amiga la sujeta justo a tiempo para evitar que se caiga.

—¿Estás bien? —le pregunta mientras se agarra con fuerza al palo amarillo que está entre los asientos ocupados por gente que se reincorpora como si fuera un resorte.

—Sí, tía. Estos conductores siempre frenando así. ¡Ni que el tren estuviera vacío! Pues eso, si este se cree que puede pasar el día de San Valentín sin dar señales de vida lo lleva claro.

—A lo mejor, te está esperando en la puerta de tu casa con un ramo enorme de rosas. En plan película romántica.

La chica con el gorro de lana azul marino está a punto de contestarle, cuando el vagón se detiene en seco con tanta brusquedad que en esta ocasión su amiga no puede evitar que vaya al suelo.

El tren se ha detenido antes de llegar a la próxima parada y en medio de ese túnel les inunda una oscuridad como las profundidades del océano. Las luces de emergencia no funcionan y comienza a sonar una sirena que obliga a la gente a taparse los oídos.

La voz del conductor tarda en aparecer unos minutos que parecen horas y cuando lo hace consigue el efecto contrario al deseado. La gente se impacienta y el ambiente se llena de suspicacias y suposiciones expresadas en murmullos y en diferentes idiomas.

Ninguna de las dos parece preocupada, la del gorro azul sigue pensando en lo poco detallista que es su novio y su amiga en lo cansada que se siente después de todo un día sirviendo hamburguesas y patatas fritas.

Al cabo de un rato, las luces de emergencia se encienden y el tren arranca. Se escuchan resoplos y, a continuación, la música en los teléfonos, los libros que se abren y los portátiles reiniciándose indican que la rutina ha retomado su rumbo tras la preocupación momentánea.

Las dos chicas continúan el trayecto en silencio, un trayecto que solo dura unos minutos más, porque al llegar a la parada el conductor pide que todos los pasajeros abandonen el tren sin dar explicaciones: únicamente que el viaje termina ahí, sea cual sea el destino.

Como ovejas asustadas, todos hacen caso, desorientadas en una estación oscura invadida por una sirena incesante y unos agentes que les obligan a quedarse allí.

El espacio es demasiado pequeño para tanta gente y las dos amigas, sin soltarse de la mano, buscan un hueco donde no sientan que falta el aire. Hay niños que lloran y madres desesperadas. Personas que gritan y otras que exclaman sus teorías sin que nadie se las haya pedido.

¿Desde cuándo un tren que se estropea encierra a los pasajeros en una estación? Normalmente, suele ser lo contrario. Un tren deja de funcionar y te ves obligado a cambiar de estación. Pero esta vez nadie puede salir. Como si lo averiado fuera el exterior y no el vagón de turno. El ansia de escapar no da lugar a pensar que quizás ahora la oscuridad y el oxígeno enrarecido sea lo más seguro que tienen.

El ruido de la alarma es insoportable. Y los llantos. Y la impaciencia de la gente.

La chica del gorro azul empieza a quitarse el abrigo y la bufanda, pero no deja al descubierto la cabeza. Su amiga la imita. Deciden sentarse al final del andén, junto a una anciana que se apoya en la pared y dos mujeres que leen a Dickens y a Virginia Woolf. Esa ciudad es puzle lleno de diversidad.

Las pantallas están apagadas y las baterías comienzan a agotarse, solo aquellos con relojes analógicos pueden permitirse el lujo de saber cuánto tiempo llevan allí dentro retenidos.

A la chica del gorro azul le empiezan a sonar las tripas y su amiga rebusca en su mochila alguna barrita energética.

—Toma. Tanto cabreo te da hambre.

—Gracias.

—Abre la chocolatina y la parte por la mitad ofreciéndosela a su amiga, pero esta niega con la cabeza—.

¿Sabes? A lo mejor tienes razón. A lo mejor Christopher me está esperando para darme una sorpresa.

—Claro, tía. Es que eres de mecha muy corta, pero cuando salgamos de aquí vas a ir derechita a comértelo a besos.

Sí. Eso hará. Será ella la que vaya a su casa y lo sorprenda. Tampoco es para tanto que no la haya llamado en todo el día. Estará ocupado. ¿Cuándo podremos salir de aquí?

Tras muchas horas encerrados, los agentes aparecen para dar explicaciones y el caos inunda la estación. La chica del gorro azul se abraza a su amiga y esta le acaricia el pelo para tranquilizarla. No dicen nada. La amiga porque no tiene las respuestas y ella porque tiene un sinfín de preguntas. Y las dos tienen demasiado miedo.


¿Qué te ha parecido este relato corto de suspense? Te leo en comentarios.

4 comentarios

  1. María Carmen Jiménez María Carmen Jiménez

    Necesito saber qué pasa, que hay fuera para que no se pueda salir de la estación . Me deja nerviosa y metida 3n la trama. Me ha gustado mucho. Enhorabuena.

    • Alba Alba

      ¡Muchas gracias! Eso se lo dejo a tu imaginación 🙂

  2. Carmen Carmen

    Escribes de manera que leerte es cómo el tacto de la seda. Me hubiera encantado saber pq se paró el tren y tuvieron que quedarse todos allí hacinados💚

    • Alba Alba

      ¡Muchas gracias por tus palabras! Lo bueno de los relatos cortos es que dan más espacio a la imaginación del lector.

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