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Relato de Halloween: Úrsula y el vampiro

Aunque estamos en plena primavera y ya pensando en el verano hoy te traigo un relato de Halloween, aunque no es de los que dan miedo. ¿O sí?

Relato de Halloween: Úrsula y el vampiro

Hasta el mismísimo estoy de que Raúl me diga siempre que soy una celosa compulsiva y que veo demasiadas telenovelas que me están volviendo paranoica. Admito que me gusta el drama y que sin él la vida es demasiado sosa, pero yo no me invento nada y tengo el plan perfecto para demostrarlo.

Nunca he podido demostrar nada, porque el muy cabrito cambia todas sus contraseñas cada semana y no se separa de su móvil ni cuando va a la ducha, pero que hay otra u otras, las hay.

Siempre ha sido muy independiente, por eso ir a fiestas por separado o a eventos de todo tipo es algo común entre nosotros, más bien para él, porque mi vida social se limita a mis cuatro amigas que solo quieren quedar en casa para hartarse de palomitas y vino blanco. Precisamente Mónica, me dio la idea en una de nuestras últimas quedadas cuando íbamos por la cuarta botella de Albariño.

Decidimos que íbamos a ir a nuestra primera fiesta de Halloween, aunque yo sea más de ir con mi abuela a poner flores al cementerio y después comer frutos secos en su casa. Ellas lo harían todo por mí, y aunque no somos muy sociales, íbamos a por todas para destapar al fin al cabrón, pero buenorro, de Raúl.

Marta descubrió a través de un amigo en común a qué fiesta irían Raúl y su panda de crápulas. Todos vestidos de vampiros, ¡qué original! María se encargó de comprar todos los disfraces y Mireia era la encargada de que ninguna se rajara antes de tiempo, incluida yo. María se vino arriba con los disfraces y nos vistió a todas de «x sexy»: enfermera, bruja, vampiresa, diablesa y ángel negro. Lo de sexy significa poca tela y mucha carne a la vista, pero eso sí con nuestros antifaces estupendos de purpurina y pelucas de fantasía para que no se nos reconozca.

Había llegado el día de la verdad. Raúl se fue pronto de casa y se despidió con la típica frase de «no me esperes levantada, cariño». Iluso, si supiera que iba a vivir una de mis telenovelas en primera persona, quizás se hubiera pensado dos veces irse de fiesta.

Cuatro horas después estábamos todas en mi casa disfrazadas para darlo todo. El resto del plan era un poco improvisado. Localizar a Raúl una vez que llegaremos a la fiesta y seguirlo hasta que lo pilláramos con las manos o la polla en la masa.

Me tiembla todo el cuerpo, más del frío que de los nervios, así que nada más llegar empiezo a beber todo lo que pillo. Una norma de nuestro plan es no emborracharse hasta que todo esté hecho, pero o bajo el ritmo o me veo echándolo todo a perder. Tampoco es que mis amigas me lo estén impidiendo, que aún no nos hemos quitado los abrigos del frío que tenemos.

Decidimos separamos para acabar cuanto antes y quitarnos de enmedio a tanto baboso y monstruito suelto. Demasiada gente bailando pegada como decía Sergio Dalma. Entonces, al subir una de las rampas veo a un grupito de vampiros rodeado de brujas y vampiresas. Ahí tiene que estar. Intento mantener el equilibro con estos tacones del infierno y busco primero a ver si soy capaz de encontrar con la mirada a alguna de mis amigas. Nada, el quitarme las gafas sin lentillas no ha sido buena idea. Veo que uno de los vampiros va al baño de la mano de una bruja y decido seguirlo por si acaso. Casi me los como de frente, cuando me doy cuenta que no es Raúl ni ninguno de sus amigos. Siento entre alivio y decepción, la verdad. Me bebo otra copa de algo rosa y me voy a buscar otra vez a la bandada de vampiros.

Dudo un segundo si subir de nuevo la rampa, y decido dar un rodeo para ver si encuentro antes a alguna de mis sexys. Creo ver a Mireia de lejos y me dirijo a su busca cuando veo a otro vampiro que va solo hacia la terraza. Decido desviarme y seguirlo, pero esta vez con más disimulo.

El vampiro se encuentra en la terraza con Úrsula, la de la sirenita y empiezan a comerse la boca como si no hubiera un mañana. Casi me voy, cuando me doy cuenta que el vampiro no es Raúl, pero ¡Úrsula sí! La madre que lo parió.

Tanto plan para montar mi escena dramática maestra y en vez de morirme del susto, me muero del ataque de risa histérica que me entra.  Infiel fue siempre, pero al menos en algo no mintió: nunca hubo otras mujeres en su vida.

¿Qué te ha parecido este relato de Halloween? ¿Cómo hubieras reaccionado tú? ¿Te gustan las fiestas de disfraces como la de este relato de Halloween? ¡Cuéntame en comentarios!

3 comentarios

  1. Jajaj oye es original. Que como hubiera reaccionado? Hombre yo soy del sexo opuesto pero definitivamente me hubiese pasado al contrario: el susto hubiese ganado a la risa…

    Buen relato😀

  2. Jajaja muy bueno. Mi caso sería al contrario, pero seguramente el susto hubiese ganado a la risa…

    • Alba Alba

      ¡Gracias, Raúl!

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