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Un vuelo cualquiera

Un vuelo cualquiera es el relato corto finalista del III Concurso de Relato Corto El Libro en Blanco. El libro ya ha sido publicado junto con el resto de relatos finalistas, os lo dejo por aquí.

Espero que os guste este relato corto finalista.

En momentos así es cuando me acuerdo de que debería haberme comprado uno de esos auriculares con cancelación de ruido. Sí lo sé, son demasiado caros, pero solo por aislarme de los desconocidos que se sientan al lado mía cada vez que viajo merece la pena. Y si lo piensas bien, es mucho más barato que alquilarte para ti sola un avión.

No es que viaje mucho, pero una de dos, o hay mucho loco suelto por el mundo o los pocos que hay me tocan siempre a mí.

Ya estaba yo pensando que iba a tener la suerte de disfrutar de un viaje sin nadie al lado, cuando ellos llegaron. Una pareja de veintimuchos, muy altos y muy hippies con sus mochilas enormes como equipaje de mano.

Ella era morena, con unos rizos despeinados a la altura de los hombros y con unas gafas que delataban muchas dioptrías. Quizás por la miopía o porque su capacidad de ver el espacio era de otro planeta, se empeñó en meter su enorme bolsa debajo del asiento. Mira que yo soy menudita, pero aun así le faltaba espacio a la mochilera y ha acabado pegando sus piernas a las mías y usando mi reposabrazos. Que no es que sea claustrofóbica, pero vamos que una sardina enlatada y yo somos la misma cosa en estos momentos.

O hay mucho loco suelto por el mundo o los pocos que hay me tocan siempre a mí.

No contenta con el hurto de espacio, ha decidido que necesitaba acomodarse para echar una cabezadita a pesar de las turbulencias del despegue y del ruido que hay en este avión, así que ha practicado unas cuantas posturas hasta que ha decidido que lo mejor era doblarse 45 grados para echar su cuerpo encima de las piernas del chico. ¡Ni en el circo del sol he visto yo tanto despliegue!

El joven está aguantando estoicamente la postura mientras escucha algo de música con unos auriculares gigantes, ¿serán uno de esos que yo necesito? Porque para rematar la escena la chica acaba de empezar a roncar de lo lindo.

Y aquí estoy, apoyando mi cabeza en la ventana mientras veo la cantidad de nubes blancas que estamos atravesando. Sería una estampa idílica que podría inspirar mi próxima novela romántica o mi próximo relato corto finalista, pero seamos sinceros, entre los ronquidos, los avisos de la tripulación y el ruido de las conversaciones que se mezclan en el ambiente, no puedo ni sacar el libro que he traído ¡Así no hay quien se concentre!

Y pensando en concentración, aquí la morena acaba de despertarse. Lo sé porque acaba de pegarme una patada mientras estiraba su pierna y ni siquiera se ha dignado a disculparse. Así que como no tengo otra cosa que hacer me pongo a observarlos disimuladamente, o eso creo yo, porque me da a mí que el chico se ha dado cuenta que mis ojos se han parado en su dirección, y a estas alturas ni me importa si no soy la más disimulada del planeta. También pongo el oído, porque soy de las pocas personas que no llevo las orejas cubiertas con algún dispositivo.

Así es como me entero que la chica se llama Molly y Molly cuando se despierta empieza a hablarle a Martín con la voz más aguda que he escuchado en mi vida. ¡Que se caiga el cielo si exagero! Le dice cosas en portugués, por eso me entero solo de algunas frases, porque el idioma se parecerá al castellano, pero cuando hablan a la velocidad del rayo ya es otra historia. Molly se está mostrando muy cariñosa con Martín, pero él parece que ya ha tenido bastante contacto físico con aguantarle la fuerza de gravedad de su cabeza. Yo creo que al pobre se le han quedado dormidas las piernas.

Ella no se da por aludida y sigue pegada a Martín como si fuera una lapa y ya iba yo a girarme otra vez hacia mi ventana cuando veo que él está sacando algo de su mochila. ¿Será una pastilla para volverla a dormir y silenciar esa voz de pito que tiene?

Ni estando en un vuelo de 2 días adivinaríais lo que Martín acaba de sacar. A primera vista parece un juego de cartas, pero yo sabía que esta pareja muy normal no es. Cartas son, pero no unos naipes. Se las da a Molly y ella empieza a aplaudir como si fueran a jugar la partida de cartas más emocionante del mundo y a dar grititos también.

Me asomo por el hombro de ella y puedo ver que cada carta tiene un dibujo de un dinosaurio con algunas características del animal. Ella elige una carta y empieza a describir alguna de las características para que Martín adivine de qué dinosaurio se trata. Con la primera carta, él tiene sus dudas y le pide una pista. Y allá va Molly a darle la pista definitiva. Se levanta del asiento y empieza a imitar el imaginario sonido de la especie de dinosaurio que Martín tiene que adivinar.

Os podéis imaginar que en este surrealista momento, todo el mundo se gira a mirar nuestros asientos. Molly metida en su papel de diplodocus hembra, Martín emocionado porque ya se sabe la respuesta, yo estupefacta con la escena y sintiendo más vergüenza ajena de la que he sentido en toda mi vida y la gente dividida entre los que se reían de la situación, los que empezaron a aplaudir pensando que quizás estábamos en una performance de esas modernas o los que simplemente alucinaban.

Lo acabo de decidir, en cuanto me baje del avión me compro unos auriculares que cancelan el ruido, a ver si son mágicos y también cancelan a la gente.

Fin.

Si te ha gustado este relato corto finalista dímelo en los comentarios 🙂

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