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Relato Esencia de lejía

El relato Esencia de lejía fue otro de los retos mensuales del club Cyrano. En esta ocasión el reto era escribir una historia sensual. Vale, a lo mejor la originalidad se me ha ido un poco de las manos, pero lo cotidiano nos puede dar historias tan «raras» como estas.

Relato Esencia de lejía

Cada vez que huelo a lejía me acuerdo de ella y de aquél mediodía en el cuartillo de la limpieza. No hay nada que me excite más que el hipoclorito de sodio inundando mis fosas nasales, y todo gracias a Mariloli.

Tropecé con ella una mañana que se me habían pegado las sábanas y me había levantado con un antojo enorme de churros con chocolate. Normalmente siempre voy con mi perro Pitufo a todas partes, pero entre la hora que era y el ansia por desayunar me puse la misma ropa que el día anterior y bajé con tanta prisa que casi me comí a Mariloli. Los dos nos llevamos un susto de muerte; yo, porque no sabía que a esa hora aún estarían limpiando el portal y ella, porque estaba tan distraída escuchando a Bambino mientras fregaba el suelo que no me vio. Los dos nos disculpamos, y ahí descubrí que esa voz era nueva y que Carmina o debería estar de baja o ya se le habría terminado su contrato basura.

Ella siguió a lo suyo y yo salí en busca de mis churros, pero en esos segundos el olor a lejía ya se había metido en mi cabeza junto con otros fragmentos de información. Entonces aún no sabía su nombre, eso lo descubrí a la vuelta cuando le ofrecí un café y parte de mi desayuno en mi casa. Yo no era de lanzarme, pero aquel olor me había quitado la vergüenza de golpe y ella tampoco se negó, todo hay que decirlo.

En nuestro encuentro fortuito también me quedé con la carne mullida de su vientre, porque fue donde mis manos se agarraron para evitar una caída que hubiera sido de lo más vergonzosa. Mi imaginación dio por hecho que la misma abundancia habría en su trasero y en su pecho, pensar en esa combinación me ponía muy pero que muy nervioso.

Cuando Mariloli llamó a la puerta, Pitufo la recibió con dos ladridos y yo la invité a que se pusiera cómoda, seguía oliendo a sales alcalinas y el hambre de churros se fue convirtiendo en hambre carnal. No sé si estaría a dieta, pero lo único que aceptó fue un café solo sin azúcar, mientras me contaba su biografía más básica: matrimonio infeliz, dos hijos adolescentes y un trabajo de mierda. Su voz era muy sensual, de esas que hacen imposible adivinar la edad del locutor y hablen de lo que hablen siempre parece que quieren que te metas en la cama con ellos. Yo no sé que tendría el maldito cubo de la fregona, pero entre la abundancia de piel, la sensualidad de su voz y el perfume de limpieza, solo quería un encuentro furtivo con Mariloli.

¿Cómo le propones algo así a una mujer que acabas de conocer y que ella misma te ha dicho que está casada, aunque sea infelizmente? Se me estaba nublando el cerebro, ¿habría inhalado demasiada lejía cuando tropecé con ella y con su cubo de la fregona? Tampoco tenía señales, salvo el roce fugaz de la mano de ella sobre la mía mientras removía el café.

El tiempo pasó volando y yo no tenía excusas para que se quedara más tiempo, así que solo me quedó acompañarla al portal. Pitufo nos despidió con otros dos ladridos y ella me ofreció su brazo para bajar por las escaleras en vez de coger el ascensor. Tan cerca, con esa voz tan melosa y ese olor tan penetrante, solo quería probar los restos del café en sus labios. Bajamos los peldaños despacio y cuando ella abrió el cuartillo de la limpieza para recoger sus cosas supe que era mi última oportunidad, mañana sería tarde porque Carmina solo se había cogido un día de asuntos propios.

Esta vez fingí el tropiezo para entrar también en el cuartillo y cerrar la puerta antes de que algún vecino cotilla nos viera. Me estaba jugando quizás una denuncia por acoso o una guantá bien dada, pero cuando cogí a Mariloli por las lorzas y la besé, ella no solo me devolvió el beso, sino que antes de que me diera cuenta ya me había bajado los pantalones hasta el suelo. Jamás pensé que se pudiera hacer tanto en un espacio tan pequeño y que después de ese momento solo fuera capaz de excitarme a base de esnifar lejía.

¿Qué te ha parecido el relato Esencia de lejía? ¿Te parece sensual? ¿Tienes un olor extraño que todos odian, pero a ti te encanta? Los comentarios son todo tuyos.

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