El relato Asesina a tiempo parcial era inevitable. Después de leer cuatro novelas negras seguidas, me tenía que salir algo así aunque con un estilo no tan oscuro.
Relato Asesina a tiempo parcial
Cuando todos ven en mi descripción del perfil de Tinder Asesina a tiempo parcial, se creen que estoy de coña y que tengo un sentido del humor un tanto particular. Da pie a muchas conversaciones divertidas y yo les sigo el rollo, porque al final nunca les confieso que la descripción es tan verdadera como que tengo un murciélago de mascota que se llama Dragón.
Todo empezó cuando me diagnosticaron Cotard, una enfermedad tan rara que había muy pocas personas en el mundo que la tenían y por ese motivo no habían destinado nunca fondos para su investigación. Ante el desconocimiento casi absoluto, mi médico me dijo que podía fallecer en cualquier momento.
Todos sabemos que moriremos algún día, pero irte a la cama cada noche sin saber si ese ha sido tu último día es agotador. Creo que a partir de ahí empecé a obsesionarme un poco con esto de la parca y los cómics de superhéroes. Siempre pensé que la palmaría de cáncer como toda mi familia, pero este giro inesperado me impulsó a abandonar mi trabajo en la redacción del periódico local y a llevar una doble vida mitad autónoma, mitad asesina. No fue una decisión meditada, simplemente llegó a mi vida igual que llegó la enfermedad. Me fui de la oficina con la idea de cuidarme más y tener más tiempo para disfrutar de mis pequeños placeres hasta que me fuera al otro mundo.
Empecé a trabajar desde casa aceptando encargos como redactora para todo tipo de negocios, y fue uno de ellos el que lo cambió todo. Era una empresa de citas, que contrataba en secreto a personas que se hacían pasar por usuarios reales para enganchar a ilusos que pagaran suscripciones para encontrar el amor. El trabajo consistía en estar conectada varias horas al día, preferiblemente de la noche, y conversar con ellos hasta que picaran el anzuelo. Me creaban una identidad falsa cada dos semanas y me llevaba comisión por cada usuario que pagara la cuota mensual. Se me daba tan bien que acabó convirtiéndose en mi único trabajo y en una forma de aislarme de la sociedad sin apenas darme cuenta. Cada vez pasaba más horas conectadas porque me divertía inventando historias y me cronometraba para ver cuánto tiempo tardaban en caer los crédulos.
Fue en una de las conversaciones donde conocí a Ensaladilla Rusa. La primera vez que se conectó estaba borracho y aceptó pagar una suscripción anual si le enseñaba las tetas para comprobar que era una mujer. Iba contra las normas enseñar fotos reales, pero ese día no me lo pensé mucho y se las enseñé. Le tuvo que gustar lo que vio, porque pasamos toda la noche escribiendo guarradas. Cuando me acosté pensé que no se volvería a conectar, pero veinticuatro horas después allí estaba con el icono en verde dispuesto a chatear. El segundo día se disculpó por la conversación, aludiendo que estaba muy ebrio y hablamos de cosas normales sin saber qué era verdad y qué era mentira, hasta que aliviado por la privacidad del chat me confesó que esa noche debía matar a alguien, pero que era la primera vez que el objetivo era una mujer y no se veía capaz de hacerlo. Le pregunté los motivos, me contó que era una política corrupta que ayudaba a una red de prostitución infantil. Sin pensarlo, mis dedos escribieron que si me daba un arma y una dirección lo haría por él. Ensaladilla rusa dudó unos minutos mientras escribía y borraba sus frases. No me hizo preguntas, solo me escribió una dirección. Supongo que no se creía del todo que fuera capaz de hacerlo.
No sé si fue el exceso de medicación alternativa o la adrenalina del momento, pero la duda no existía en mi ser. Solo actos que iba ejecutando: vestirme, coger el móvil, las llaves del coche y salir en busca de una mujer a la que iba a quitarle la vida. Mientras conducía, me imaginé que si hacía eso a lo mejor era como cuando los vampiros mordían a sus víctimas para vivir más a costa de sus almas.
Fue tan fácil, que recuerdo preguntarme por qué no lo había hecho antes. No hubo ni alarmas, ni perros asesinos, ni siquiera una llave echada en la puerta. Ella durmiendo sola en su cama, sintiéndose segura porque se creía intocable y mi pistola que apenas hizo ruido. Mi mano no tembló, tan firme como la del Padrino. Y aunque fue un asesinato limpio, después lamenté que hubiera sido tan rápido y que ella no hubiera sufrido.
Volví a casa y Ensaladilla rusa, estaba esperándome en la sala del chat. No se sorprendió de mi ejecución perfecta y me pidió que no escribiera nada sobre los detalles (con el tiempo me confesó que esa noche me había seguido para comprobar que de verdad llevaba a cabo el asesinato y ver si tenía que acabar limpiando o no el entuerto). Después de leerme y dejarme escribir sobre vampiros durante horas me preguntó si quería seguir haciéndolo.
Me sentía tan eufórica, tan llena de vida que las teclas de mi ordenador escribieron Sí. Me imaginé que sonreía satisfecho o eso quería creer en ese momento en el que me acababa de convertir en asesina a tiempo parcial.
¿Qué te ha parecido el relato Asesina a tiempo parcial? ¿La entiendes? ¿Harías lo mismo en su situación?
jajaja brutal y con ese humor tan característico tuyo, Me ha encantado, aunque no creo que yo fuera capaz. Eso sí, asesina a tiempo parcial suena de escándalo jajaja 😀
Nunca digas nunca, jajaja
Muy divertido , Alba. Me encantó esa imaginación sobre un tema totalmente inusual. Muy fresco y divertido. Enhorabuena!
¡Muchas gracias! Cuestión de darle un toque de humor a estos días.
Ainssss me he quedado con ganas de más. Jeje.
Jajaja. Quién sabe si habrá segunda parte…
Me ha encantado! Cómo me entretiene todo lo que escribes paisana!
¡Muchas gracias, guapa! Por cierto, ya está Aperitales por si quieres recomendarlo a alguna amiga de tus tiempos británicos.