Seguro que has oído hablar de él y a lo mejor ni te has parado a pensar qué es un microrrelato. Para mí es una de las composiciones literarias más difícil que hay para construir, porque contar toda una historia en un espacio tan breve es solo para los maestros de la brevedad. El resto de los mortales nos solemos quedar en el intento, pero leer un microrrelato redondo es un placer maravilloso.
¿Qué es un microrrelato?
¿Quieres brevedad? La RAE lo tiene claro, un microrrelato es un relato muy breve. Y aquí lo podemos dejar, pero si quieres saberlo todo sobre este género tan pequeñito, sigue leyendo.
Como definición básica podemos decir que el microrrelato es una construcción literaria narrativa distinta de la novela o el cuento. Es la denominación más usada para un conjunto de obras diversas cuya principal característica es la brevedad de su contenido. El microrrelato también es llamado microcuento, cuento brevísimo o minicuento.
El microrrelato nace de la urgencia de contar en pocas líneas algo trascendental que no deje indiferente al lector. Cada palabra es seleccionada con cuidado y muy pensada. Si no funciona, puede afectar a toda la composición, por eso es un asunto muy serio cada uno de los vocablos que aparecen en la historia.
«Texto breve en prosa, de naturaleza narrativa y ficcional, que usando un lenguaje preciso y conciso se sirve de la elipsis para contar una historia sorprendente a un lector activo».
En esta definición destaca lo de “lector activo”, pues es este quien ha de rellenar los huecos que el autor deja, y lo de “naturaleza narrativa”, porque existen otras modalidades en prosa que algunos autores llaman minificción, desprovistas de sustancia narrativa.
El eterno debate de la longitud. ¿El tamaño importa?
Aquí la clave es poner el límite de palabras, donde parece que una vez más no se ponen de acuerdo. Está claro que la característica principal del microrrelato es la brevedad, pero la pregunta del millón es ¿Cuál es el máximo de palabras que debe tener un microrrelato?
Las reglas están para romperse, pero yo no coincido con eso de que el máximo sea una página, para mí eso ya es un relato corto, pero no un microrrelato.
Aun así, los especialistas se empeñan en acotar los textos por su longitud. Para algunos autores, no es una cuestión de cantidad, al menos en lo que al microrrelato se refiere, sino más bien en una cuestión de percepción, de apreciación por parte del lector. Lagmanovich afirma: «Breve es aquello que, en mi lectura, percibo como breve; extenso es aquello que, en mi lectura, percibo como extenso». Y también que «Las nociones de extensión y de brevedad son relativas, ello implica que no se pueden definir en función de un número dado de palabras». Ahí está la clave: la brevedad es un tema de percepción por parte del lector. Como bien apostilla José María Merino « […] el microcuento más largo y el cuento más corto tienen la misma extensión, lo que suele confundir a los especialistas».
Para estos defensores de la percepción, son microrrelatos aquellos textos de una sola línea y aquellos que ocupan cuatro páginas. La característica común entre ambos es que nacen, al igual que el relato y la poesía, con la intención de leerse en una sola sesión, y a diferencia de estos, con una tensión sostenida de principio a fin.
¿Se puede entonces poner límites a un microrrelato según la cantidad de palabras que lo conforman? Por lo visto hay autores que insisten en ello. Mientras que para Irene Andres-Suárez y Lauro Zavala no debe exceder de una página con el fin de que el lector, de un solo vistazo, se haga la idea de su longitud, reforzando así la unidad de impresión –una página, un microrrelato–, existen otros autores, como David Lagmanovich o Juan Armando Epple, que afirman que puede ir desde unas pocas líneas hasta tres páginas –¿y por qué no cuatro?–. En cualquier caso se ha de hacer uso de la economía narrativa, de la precisión lingüística y de la elipsis. Tal y como afirma Juan Pedro Aparicio,
«El microrrelato está gobernado por leyes distintas de las que gobiernan las otras formas de literatura, y no lo distingue del cuento clásico sólo el tamaño y la concisión, sino también, y sobre todo, su naturaleza intrínsecamente elíptica».
Paradójicamente, cuanto más se trabaja en un microrrelato, menos extenso resulta. ¿Por qué? Porque un buen microrrelato usa las palabras justas, y para eso no se necesita más de una página.
Hay otros autores, como Juan José Millás, que sobre el planteamiento de géneros y extensiones responde en una entrevista:
«No me interesan mucho las cuestiones relacionadas con la nomenclatura. Qué más da, llámalo como quieras. Si es bueno, es bueno. En mi caso, con el articuento, la primera vez que recopilé una serie de textos, pensé que eran un híbrido entre el artículo periodístico y el cuento. […] Estos textos eran muy confusos desde el punto de vista del género y justamente ahí residía su atractivo, en el desconcierto causado al lector».
Un poco de historia del microrrelato
No te creas que los microcuentos cayeron del cielo o que un día alguien se los inventó. Su origen proviene de los inicios de la literatura.
Textos escritos u orales de corta extensión aparecen a lo largo de todos los tiempos: instrucciones sumerias y egipcias, fábulas, adivinanzas, parábolas, epitafios, grafiti, etcétera. En el mundo occidental, además de la ya mencionada fábula, algunos casos paradigmáticos de escritura breve en el mundo grecolatino antiguo incluyen el aforismo, el epigrama o el epitafio.
En la Edad Media en los llamados bestiarios y más adelante en las sentencias de El conde Lucanor, pero aún más atrás existen antecedentes en las parábolas de Jesús, vistas de forma individual, separadas del texto, como estructuras narrativas completas y breves, exigencia del microrrelato actual.
La escritura breve se practica, entonces, desde los inicios de la literatura. En las antiguas culturas no occidentales se puede mencionar, además de los casos en Sumeria, el de la India (el Panchatantra, por ejemplo), los Textos de los Sarcófagos egipcios, el haiku, entre otros. En el mundo occidental, manifestaciones de la escritura mínima se encuentran en las ya mencionadas fábulas.
El origen más reciente de los microrrelatos se encuentra en el fenómeno artístico del Modernismo, que tendió a fragmentar la realidad en pequeñas porciones.
En España, Juan Ramón Jiménez, Ramón de la Serna o Max Aub fueron algunos de los autores que trataron, con gran dificultad, de renovar la literatura, pero no fue hasta finales del siglo XX, cuando nuestros autores y lectores comenzaron a interesarse por lo que, dentro del sector editorial, era considerado un género menor.
Características del microrrelato
El microrrelato busca sorprender desde el primer momento. No hay tiempo para desarrollar ideas o introducir personajes, por lo tanto la primera frase formará la base a partir de la cual se armará el resto. Esas primeras palabras han de captar la atención del lector para que quede atrapado. Las frases siguientes deberán llevarle cómodamente hasta el final, sin sobresaltos, sin giros bruscos que le dispersen. Lo que buscamos es hacerle bajar la guardia para sentenciar en el final con fuerza.
Un microrrelato es como una montaña rusa: sólo te puede sorprender la primera vez que te subes en ella. Es por esto que no puede haber ninguna palabra que chirríe, ninguna palabra inoportuna que te haga descarrilar en la tan importante primera lectura. Si el texto ha gustado, habrá una relectura más pausada que indague en los matices y recovecos que hayan contribuido a la sugestión del lector, a su predisposición mental hacia ese final.
Sólo entonces el lector regresará al título para poder reinterpretarlo, ahora sí, como se merece.
Según Domingo Ródenas la narración posee cinco constituyentes estructurales:
«La temporalidad como sucesión de acontecimientos; la unidad temática, garantizada por un sujeto autor; la transformación de un estado inicial o de un punto de partida en otro distinto y final; la unidad de acción que integre los acontecimientos en un proceso coherente; y la causalidad que permite al lector reconstruir nexos causales en una virtual intriga».
Si estas características se cumplen en un texto corto estaremos ante un microrrelato, si no seguramente sea un poema en prosa, un cuadro de costumbres o quizá un fragmento de una obra mayor.
Andres-Suárez enumera los rasgos formales del microrrelato en los siguientes:
- La ausencia de complejidad estructural.
- La mínima caracterización de los personajes.
- El esquematismo espacial.
- La condensación temporal.
- La utilización de un lenguaje esencialmente connotativo.
- La importancia del título.
- La importancia del inicio y del cierre
Los rasgos aplicables al microrrelato son varios. En El microrrelato y la teoría de los géneros (2008), David Roas distingue una amplia lista de rasgos. Algunos de estos incluyen:
Rasgos discursivos: narratividad, hiperbrevedad, concisión, etc.
Rasgos formales: estructura simple, personajes mínimamente caracterizados, espacios esquemáticos, condensación temporal, etc.
Rasgos temáticos: intertextualidad, metaficción, ironía, parodia, humor, etc.
Rasgos pragmáticos: exigencia de un lector activo.
Una de las características básicas del microrrelato es «el doble sentido«, es decir, la posibilidad de que lo dicho signifique no sólo lo literal e incluso algunas veces en absoluto lo literal, sino otra cosa que el lector debe encontrar para completar la narración, siendo de este modo lector y autor al mismo tiempo.
Grandes autores de microrrelatos
La obra de patriarcas del género tales como Juan José Arreola, Leopoldo Lugones, Augusto Monterroso o incluso de Jorge Luis Borges y de Julio Cortázar, a lo largo del siglo XX, ha provocado que se haya desarrollado con especial dedicación en Hispanoamérica, donde es un ejercicio literario muy popular.
Ejemplos de lo que es un microrrelato
La partida de Franz Kafka
Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo y lo monté. A la distancia escuché el sonido de una trompeta y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada ni escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó:
-¿Adónde va el patrón?
-No lo sé -le dije-, simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta.
-¿Así que usted conoce su meta? -preguntó.
-Sí -repliqué-, te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta.
Un sueño, de Jorge Luis Borges
En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de maderas y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mi escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular…El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.
La manzana, de Ana María Shua
La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de gravedad.
Hablaba y hablaba, de Max-Aub
Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
Calidad y Cantidad de Alejandro Jodorowsky
No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga
El dinosaurio de Augusto Monterroso
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí.
Amor 77, de Julio Cortázar
Y después de hacer todo lo que hacen se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.
Carta del enamorado, de Juan José Millás
Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez.
Conclusión
Lo breve si es bueno, dos veces bueno. Así que a seguir practicando aquellos que os animéis con este gran género literario y a seguir disfrutando de ellos como lectores.
¿Cuál es tu microrrelato favorito?
Me han encantado los ejemplos, nena. ¡Vaya currazo de post!
¡Gracias, Vivian!
Creo que es de lo mejor que te he leído. Enhorabuena, todo un trabajo.
¡Muchas gracias! 🙂