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Historias de Tinder. Relato ¿Quién necesita a los hombres?

Se acerca San Valentín y muchos están pensando en la de historias de Tinder que podrían contar: románticas, escabrosas, divertidas… El relato de hoy es una de esas historias de Tinder, donde nada es lo que parece.

Historias de Tinder ¿Quién necesita a los hombres?

Mi esquizofrenia momentánea se cree ahora que es un personaje a caballo entre Bridget Jones y Erin Brockovich, pero lo cierto es que ahora mismo estoy escribiendo en este diario amarillo, porque necesito desahogarme de alguna forma, y mis amigas son demasiado clásicas para contarles toda la verdad de lo que me está pasando.

Una noche entre semana, de esas donde se bebe demasiado y una se viene arriba entre la soledad de sus pensamientos, se me ocurrió que sería una genial idea escribir un reportaje de investigación sobre las aplicaciones de citas, sobre lo que hay detrás y el porcentaje de éxito. Yo creyéndome la periodista más original de todas, me felicité a mi misma con otra copa más de vino y me dije que después de la resaca que tendría al día siguiente me pondría manos a la obra.

Es lo que tiene ser periodista freelance que tienes que hacer antes todo el trabajo y después ponerle velitas a la virgen de Lourdes para ver si algún medio te lo quiere comprar. Aún así me seguía pareciendo que si le daba el toque justo de morbo y veracidad que requería el reportaje, podría triunfar como Los Chichos.

Historias de Tinder. San Valentin

A la mañana siguiente me abrí un par de perfiles en varias redes sociales con resaca incluida, lo que significa que estaba más lenta de lo normal y al final la lié tanto con eso de las verificaciones y los nombres falsos que simplifiqué la tarea quedándome solo con una app y un perfil cuyos datos podría acordarme ya que eran una mezcla de todas mis amigas. Las cosas habían cambiado mucho desde los chats del Terra y ahora me sentía en Tinder más perdida que el barco del arroz.

Me había quitado años y había tardado horas en encontrar algunas fotos decentes de esas que insinúan pero no enseñan mucho, tapan los defectos y las arrugas están totalmente camufladas. Siendo periodista, lo de escribir el perfil debería ser fácil, pero aún así me di un paseo por otros perfiles para ver si me llegaba la inspiración. Nada. Todo me parecía tan trillado, que ni yo misma me escribiría para saludarme. Ante la ausencia de las musas, dejé el típico: sencillamente complicada, si te gustan los riesgos, atrévete a escribirme y seguí comiéndome mi bocata de chorizo mientras empezaba la búsqueda.

Para empezar si quieres tener un mínimo de oportunidad tienes que pagar, aunque seas chica ¿te lo puedes creer? y aún así esto es una puta lotería.

Estaba cogiendo agujetas en el dedo de tanto deslizar hacia la izquierda, cuando me di cuenta de que si seguía poniendo el listón tan alto no me iba a comer nada y esto se trataba de conseguir citas reales, así que empecé a deslizar, con todo el dolor de mi corazón, fotos a la derecha.

A los diez minutos ya tenía un privado, pero la emoción me duró hasta que lo abrí, porque al ver la primera foto pene, casi tiro el móvil al suelo. ¿Así que así estaba el tema en estos días?

Después de denunciar a varios por obscenos y borrar a los que empezaban la conversación con un: Hola, guapa. ¿te enseño mi polla?, mis expectativas de conseguir el reportaje de mi vida estaban desapareciendo. Hasta que vibró el móvil de nuevo para anunciar un nuevo mensaje privado. Era Siro, 38 y empezaba con un: «Hola, perdona que no sea nada original pero hay tantas ofendidas por aquí que uno ya no sabe cómo saludar»

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Y no sé como una cosa, llevó a la otra que me pasé toda la noche en vela hablando con Siro. A la mañana siguiente, muerta de sueño, decidí que si tenía un mensaje suyo dándome los buenos días sería mi primer sujeto a investigar. Dicho y hecho, nada más encender el móvil tenía no uno, sino dos mensajes suyos, hablándome sobre cruasanes (una broma nuestra), así que le solté un, «¿por qué no vienes a casa y me traes uno?» Puede que un poco atrevido, pero al momento que contestó habían pasado ya dos horas y el mood se había ido. Aún así, de una manera más sutil, empecé a ver si podíamos pasar del chat a la vida real y solo encontré evasivas.

Decidí tirar por la vía sexual y subir de tono las conversaciones. Todo iba siempre bien hasta que le decía algo de venir a casa, entonces siempre había alguna excusa que cortaba la conversación.

Empecé a mosquearme y le dije que si no nos poníamos una webcam dejaría de hablar con él, porque no eran normal tantas evasivas, más fácil no podía ponérselo.

Y entonces fue cuando me contó la verdad, a través del famoso: Tenemos que hablar… Yo me esperaba a un tío casado, un introvertido diagnosticado o alguien totalmente diferente al de las fotos, cualquier cosa menos lo que me contó.

Siro, con el único ser que había conectado de verdad, no era una persona, era un cyborg creado por los de la propia compañía para empezar conversaciones con usuarios y que estos se engancharan para pagar más cuotas y pasar más tiempo en la app. Con apariencia humana, había más como él, programados de una forma tan sofisticada que podían saber cómo reaccionaría un humano ante ciertas frases o situaciones. Obviamente, sabía que me iba a reír en su cara, por eso aceptó a vernos por video. Ahí estaba él, tan guapo, tan modelo de los 90, tan perfecto… que no era real. ¿Cómo lo supe? Cuando empezó a quitarse la piel de la cara como si fuera una máscara de carnaval y pude ver solo cables y luces de colores. Un Terminator del amor.

Me quedé en shock, sobre todo cuando me dijo que algo había de haber fallado en sus circuitos porque no estaba siguiendo los patrones establecidos. Normalmente dejaba de hablar con el usuario a las dos semanas para que nunca se diera la opción de quedar en persona y otro compañero lo sustituía, pero conmigo no pudo desaparecer a pesar de mis insistencias.

¿Y eso que significaba? ¿Qué la versión masculina de SIRI se había enamorado de mí? ¿Y yo de él? A no, aquí estaba el reportaje de mis sueños y tenía que venir un robot a joderme el plan. ¿Y ahora qué hago?

Le dije que necesitaba tiempo para aclararme y aquí llevo ya dos días bebiendo vino y escribiendo en el diario sin saber si soy la tía más gilipollas del universo o la más enamorada del planeta. Teniendo robots como Siro, ¿quién necesita a los hombres?


¿Y tú? ¿Tienes algunas historias de Tinder (o similar) que contar? ¿O conoces algunas historias de Tinder que te hayan contado y que es difícil de creer? Aprovecha que nadie te conoce y desahógate en comentarios.

4 comentarios

  1. Estoy empezando a pensar que seguir el tema con Siro nos ahorraría muchos problemas en el futuro. Llámame loco, pero el futuro está en los cyborgs, al menos si dan problemas, seguro que tienen un botón de OFF por alguna parte. ¡Me ha encantado!

    • Alba Alba

      JAJA. Muchas gracias 🙂 No sería la primera vez que la realidad supera la ficción.

  2. Maria Carmen Jiménez Maria Carmen Jiménez

    Jajaja, algunas cambiarían al marido por una máquina de esas.

    • Alba Alba

      Más de una y más de dos, jajaja

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