El boli con cristales blancos
Hay gente que se fija en detalles que para la mayoría puede que no sean importantes, pero que para ellos desvelan una información muy importante. Como por ejemplo el uso de calcetines blancos o lo que hace alguien mientras viaja en metro.
Yo me fijo en las personas que llevan bolígrafos consigo y qué tipo de bolígrafos son. En una época donde todo se apunta en el móvil, esto es un detalle de gran importancia. No es lo mismo llevar uno que se ha cogido en la oficina una tarde con prisas que uno que hemos elegido personalmente. Ya lo dijo Alejandro Sanz, no es lo mismo.
Como si fuera una pluma de esas que se regalaban por un acontecimiento importante, yo tengo el boli con cristales blancos para los momentos especiales. Fue un regalo de Reyes sorpresa, pero fue mi elección elevarlo a la categoría de bolígrafo especial.
Al igual que con los cuadernos nuevos, que siempre me cuesta empezarlos, estrenar un bolígrafo especial no es una tontería. Una espera que venga la inspiración, para inmortalizar con él algunas frases únicas, pero al final si se espera demasiado se puede acabar usándolo para apuntar la siguiente lista de la compra.
Con el boli con cristales blancos acabé escribiendo algún relato insignificante en una de mis libretas de viajes, pero sabía que llegaría su momento. Y un martes, pero no trece, acabó cumpliendo su misión junto a otros tristes BIC azules.
Detrás de las firmas hay muchas historias que pocas veces son contadas.
Siempre había pensado que su día más importante sería escribir un relato que algún día formaría parte de algún libro de papel (bueno y también electrónico), pero se me habían olvidado la relevancia de las firmas. Todos, sin excepción, deberíamos firmar nuestros nombres con bolígrafos especiales.
Porque, más allá de un garabato con unas cuantas letras, detrás de las firmas hay muchas historias que pocas veces son contadas. Y aquel martes, mi boli de cristales blancos, tuvo sus 5 segundos de gloria cuando selló con una simple firma el precio de la libertad. No sólo dejó su tinta impregnada para siempre, sino que dejó un lienzo en blanco para llenarlo con todos los planes de futuro que queramos.
Algo así solo se puede hacer con un bolígrafo con cristales blancos.
Uuffff me has emocionado, es de lo más bonito que he leído y encima me toca de primeras. Ojalá la vida te dé muchos momentos de felicidad que llenar con tu bolígrafo de cristales. Un beso y gracias.
¡Gracias a ti! 😘