Cuando veo los carteles de cerrado por vacaciones siento que el mundo se detiene para tomar aire fresco y beber mojitos a la sombra de un chiringuito. Y sonrío aunque esté rodeada de asfalto y rascacielos que adornan el cielo.
¿Se puede oler a mar en el corazón de una ciudad? Sí, se puede. Yo siento los días de levante en esta isla que seguramente tenga otro nombre, pero que tumba con la misma fuerza. Saboreo los helados derretidos. Escucho a los pájaros, en lugar de a las gaviotas. Y me veo tirada en el parque tocando la hierba con mis dedos en vez de arena.
Es un verano diferente el que se vive en la ciudad. Todo se vuelve un desierto y aún más este año sin turistas ruidosos que inunden las zonas más típicas. Están las piscinas, pero nunca he sido muy fan de ellas. Existen las terrazas, pero más abarrotadas Benidorm. Sin embargo, se quedan los museos vacíos con los brazos abiertos, las librerías esperando a que elijas el próximo libro y los callejones desconocidos que siempre quedan por descubrir en una ciudad llena de recovecos.
Donde todos desaceleran, yo suelo ser más productiva que nunca. Pero este año, siento que me toca parar y coger impulso. Alejada un poco, porque del todo es imposible, de las pantallas, de las obligaciones, de las estadísticas, de las presiones, del postureo, de las agendas…
Ahora que me he aficionado a preparar cócteles, este verano pienso crearme mi propio combinado de mar y ciudad. Ir saltando entre playas y calles abandonadas. Entre el bikini y la rebequita. Compaginar las comilonas con la dieta. ¿Qué mejor que una géminis para vivir en esta ambigüedad veraniega?
Julio y agosto serán mi descanso del guerrero, pero aunque no escriba cada semana os dejo todos los relatos, reseñas y artículos que he creado durante el año. Sobre Apericuentos, aprovechad para leerlo, o releerlo, este verano porque se avecinan sorpresas muy pronto.
Por primera vez en el blog, yo también cuelgo el cartel de CERRADO POR VACACIONES. Nos vemos en septiembre.