Digo adiós al 2020 con una mezcla de mix feelings. Ha sido un año surrealista lleno de despedidas, de desesperación, de planes aplazados, de viajes suspendidos y de miedo y por otra parte, ha sido un año de nuevos bebés en el mundo, incluído el mío, Apericuentos (vale no me matéis por comparar un libro con un bebé de verdad) que han llenado nuestras vidas de alegrías y de recuperar un poco la fe en la humanidad (pero solo a ratos)
Hay años que doy las gracias y otros que hago mi lista de nuevos propósitos, pero si algo me ha recordado este 2020 es que la vida es un juego de azar en el que no sabemos las cartas que llevamos. Me gusta apostar, pero como te toque la carta de la guadaña,no hay nada que hacer y esta por desgracia puede llegar en cualquier momento.
No digo de tirar la casa por la ventana, pero acortar los tiempos de espera que siempre llenamos con excusas para hacer eso que siempre tenemos en nuestra lista de pendientes. ¿Por qué no ahora?
Esta noche es un buen momento para empezar y seguir con la lista durante todos los días que están por venir, sin más excusas: beber vino sin contar el número de copas; coger el primer avión que salga sin saber su destino; encontrar ese lugar escondido para lo que nosotros sabemos y no publicarlo en ninguna red social; regalar más viajes; escribir más libros; comer en A poniente, en Mugaritz y en todos los restaurantes que salen en Apericuentos; callarme menos los sentimientos; montar una fiesta cuando me toque el reintegro de cualquier cupón; besar más y discutir menos.
Es inevitable entrar en el 2021 con esta incertidumbre y seguir cometiendo errores, pero al menos seguir viviendo con la copa en la mano y tachando más momentos de una lista que nunca debería quedarse vacía.
Adiós 2020, has sido un año para puros supervivientes.